Coincido Calca con Torito... yo a San Martin lo banco...
Les dejo una nota que me parecio interesante con respecto a mi forma de pensar y tratar de situarme en el tiempo...
"San Martín no era misterioso. Sus biógrafos lo hicieron así, quizás porque lo arcano es romántico y las grandes biografías de San Martín fueron escritas en tiempos de romanticismo. O porque aquellos biógrafos escrutaron más la vida del héroe que su época.
Estos son algunos de los enigmas que (todavía se dice) nunca fueron develados: ¿Qué fue ese llamado de la Patria que sintió en España y lo impulsó a venir?. ¿Por qué, antes de embarcarse rumbo a América, pasó cuatro meses en Londres?. ¿Cómo se explica que los comandantes de la escuadra que llevó al Perú fueran todos británicos? ¿Era San Martín un patriota o un agente inglés?.
Ante todo, José de San Martín no era argentino; como no lo podía ser nadie que hubiera nacido en estas tierras 32 años antes de la Revolución de Mayo, punto de partida de la nacionalidad. Más aun: San Martín no era siquiera un criollo; no, al menos, culturalmente. No estudió en el Colegio de San Carlos y en la Universidad de Chuquisaca, sino en el Real Seminario de Nobles y la Escuela de las Temporalidades de Málaga.
San Martín era español a más no poder. Había nacido en territorios españoles de ultramar el Virreinato del Río de la Plata, donde estaba destacado su padre, Capitán de los Reales Ejércitos de España y tenía apenas cinco años cuando fue llevado a la península. Allá lo hizo todo: desde aprender las primeras letras hasta convertirse en militar. Durante 22 años se pasaría luchando por su patria (España) en distintos escenarios europeos.
En 1807, cuando Napoleón ocupó casi toda la península ibérica, San Martín fue uno de los oficiales de la resistencia: integraba el ejército que se esforzaba por expulsar al francés invasor. Ese ejército concentrado en un sector de Andalucía era muy débil, y en 1808 pidió ayuda a Inglaterra, que para entonces ya había echado a Napoleón de Portugal. Ante la necesidad de enfrentar a un enemigo común, ingleses y españoles (rivales durante décadas) se convertían, así, en aliados. Fue por eso que San Martín peleó en Albuera bajo las órdenes de William Carr Beresford, el inglés que había invadido Buenos Aires en 1806.
Un temor dominaba por entonces a ingleses y españoles. El ejército francés controlaba casi todo el territorio español, Fernando VII estaba preso y las Cortes (el gobierno rebelde) estaba confinado en una isla frente a Cádiz. ¿Qué pasaría si Napoleón se resolvía a invadir América, donde las colonias españolas habían quedado libradas a su propia suerte? No le sería fácil al francés burlar o derrotar a la Royal Navy en los mares; pero, si la aventura se llevaba a cabo, Francia se convertiría en dueña de Europa continental y América. En ese caso, Inglaterra no tardaría en caer bajo las garras del Gran Corso. España, a su vez, se convertiría en una mera provincia de Francia.
La forma de reducir el peligro era establecer aquí gobiernos autónomos, o fortalecer los ya establecidos; todo ello con la ayuda de Inglaterra, aliada de España en la lucha contra el invasor. Eso exigía desplazar a virreyes y capitanes generales, que no tenían respaldo popular pero, esperanzados en la restauración, se valían de su poder de fuego para mantenerse en sus posiciones.
Los ingleses sabían mucho acerca de América del Sur, desde las épocas en las que Inglaterra y España eran enemigas. En aquellos tiempos, varias veces habían planeado invadir las colonias españolas, y Beresford podía dar testimonio de lo lejos que habían llegado en algún caso. Los viejos planes, y gran cantidad de información sobre estos territorios, fueron puestos a disposición de San Martín y otros oficiales, que no sabían nada sobre el mundo que iban a encontrar. San Martín no tenía parientes ni amigos en el Río de la Plata, y apenas guardaba recuerdos infantiles de Buenos Aires.
Algunos parecen creer que, en 1811, Europa era la de hoy en día, San Martín era un turista argentino en España e Inglaterra ya había invadido las Malvinas. Les cuesta explicar, entonces, por qué San Martín fue de España a Londres con pasaporte inglés, pasó (misteriosamente) algunos meses en la capital británica, se vinculó a la logia de la calle Grafton Street, y vino al Río de la Plata en la fragata inglesa George Canning con otros diecisiete oficiales.
En este punto surge otro falso enigma: ¿Por qué, si España era su patria, la traicionó apenas llegó a América?
Está claro que San Martín venía a cumplir un plan. Apenas llegado, formó el cuerpo de granaderos a caballo y, enseguida, dio el primer golpe de estado de la Historia argentina: derrocó al primer Triunvirato, instauró un gobierno leal y, en cuanto pudo, le reclamó la gobernación de Mendoza: un sitio donde él jamás había estado. Su propósito era iniciar desde allí la campaña a Chile y Perú, principales objetivos de su proyecto: controlar la Sudamérica austral. Luego procuraría la unión con la Sudamérica septentrional, cuya liberación estaba a cargo de otro oficial que, como él, había venido de Londres y tenía apoyo británico: Simón Bolívar. Las eventuales Provincias Unidas de Sudamérica, con gobierno popular y una alianza estratégica con la reina de los mares, alejarían el fantasma napoleónico y consolidarían la unión de Inglaterra y España.
¿Cuál España? Esto es lo que debieron preguntarse, a poco de llegar a América, San Martín y todos los otros españoles, nacidos en estas colonias, que venían a cumplir aquél plan.
Luego de expulsado Napoleón de la península (1813), Fernando VII recuperó el trono y... España se dividió en dos. Tanto allá como acá.
De un lado, el absolutismo, que en la península se escudaba tras los borbones y en América era representado por los virreyes.
Del otro lado, los liberales (o reformistas), que en la península se habían agrupado en juntas y en América también.
En la península, el rey restableció la Inquisición, restituyó los señoríos, clausuró todos los periódicos, cerró los ayuntamientos y diputaciones, e inició una feroz persecución de los liberales. Eso provocó una guerra civil, en la cual se sucedieron, hasta 1820, los pronunciamientos de esos liberales, agrupados en sociedades secretas que aspiraban a restablecer la Constitución de 1812.
En América, los virreyes realistas ultramontanos pugnaban por mantener el monopolio comercial, así como sus propios privilegios, y enviar más tesoros americanos a la Corona. Los criollos, agrupados en logias, iniciaron una lucha paralela a la del liberalismo peninsular. Querían imponer principios similares a los de la Constitución de Cádiz (1812), que ya San Martín había hecho sancionar por la Asamblea del año XIII.
Inglaterra estaba del lado de los liberales, tanto en la península (y, en realidad, en casi toda Europa) como en América. Se había formado una alianza entre defensores de dos libertades: la de expresión y la de comercio. Era una alianza facilitada por el absolutismo, que había emprendido un ataque contra ambas a la vez.
España y América vivían, por lo tanto, procesos paralelos. Sin embargo, la lejanía, la disparidad de historias y poderíos entre Sudamérica y Europa, y hasta la diferenciación étnica resultado de tres siglos y medio de mestizaje terminarían por darle otro cariz a la lucha americana.
España no era una sola. Se había desdoblado, y la España dominante era la opresora. Salvo un breve período constitucional que Pío Baroja comparó a un pesado carro tirado por mariposas la península vivió bajo el absolutismo hasta la muerte de Fernando VII, en 1833. Es lo que se recuerda como la década ominosa.
Luchando contra el oprobio absolutista, los liberales españoles sembraban las semillas de un republicanismo que sólo florecería muchas décadas más tarde. Los criollos, fueron encontrando, en América, nacionalidades nuevas.
San Martín no traicionó a España: se hizo argentino al mismo tiempo que el virreinato español en el cual había nacido. Se hizo argentino (y un poco chileno, y un poco peruano) a medida que se iban moldeando con su inestimable ayuda estas naciones antes inexistentes. Naciones que ahora veían la luz y se abrazaban a los mismos ideales de libertad por los que allá lejos seguían luchando (contra el Rey absolutista) los antiguos, españolísimos, compañeros de armas de San Martín."